Parece que está de moda. Afamados (y millonarios) consultores que recorren el mundo impartiendo lecciones con la panacea para ganar elecciones. Estudios de postgrado y maestrías donde, supuestamente, enseñan todas las claves para asesorar al candidato que ganará las elecciones porque tú le dirás cómo. Un Congreso-Seminario casi cada mes donde se reunen los grandes gurús del tema.
Se ha formado toda una industria en torno a las campañas electorales. Y si nos paramos a pensar, ¿Realmente son útiles las campañas electorales? Veamos.
En Ciencia Política estudiamos la tipología clásica del estudio pionero de Lazarsfeld y otros (1944), donde se concluía que los efectos de las campañas eran: refuerzo (reafirmar a los ya convencidos), activación (convencer a los indecisos) y conversión (ganar a los que iban a votar a otros).
En el libro
"Ganar el poder" de José Luis Sanchís (uno de los pioneros del Marketing Político en España), se afirma lo muchas veces dicho: "En una campaña electoral solo está en juego el 10% del electorado: los indecisos." Aunque señala también que hay excepciones, como la campaña de Uribe en Colombia en 2002. Otra excepción, añado yo, fueron las elecciones en España en 1993, donde Felipe González remontó una clara desventaja frente a José María Aznar. Pero parece que estamos solo ante eso: excepciones. En el último año ha habido elecciones en España, México y Estados Unidos. Los ganadores fueron los mismos que decían las encuestas desde un año antes: Rajoy, Peña Nieto y Obama. El impacto de la campaña fue mínimo.
El Catedrático de Ciencia Política, Julián Santamaría,
afirma también que las campañas electorales sirven para "asegurarse que las personas afines a un partido acudan a las urnas, de
forma que se eviten fugas, tanto hacia la abstención como a los partidos
rivales. Si una fuerza política no hiciera campaña,
seguramente entre su electorado potencial habría más cambios de los que
se puede suponer." Es decir, que hablamos de un mero trámite "recordatorio", donde los partidos le recuerdan a su electorado (ya convencido de antemano) de que siguen ahí.
Parece que la mayoría de la gente tiene decidido su voto antes de las campañas electorales. Vayamos de nuevo a la teoría política para entender cómo y por qué decide la gente su voto. Lipset y Rokkan los escribieron hace ya muchos años (en 1967) en su teoría sobre los "Cleaveges" o fracturas de votantes:
- Centro-Periferia: La división entre las élites en las zonas urbanas y los de las zonas más alejadas. Esto por lo general se expresa en términos de nacionalismo regional. Por ejemplo, en España sirve para entender el sistema de partidos de Cataluña y País Vasco.
- Estado-Iglesia: una división entre votantes religiosos y seculares. Lo que sirve para explicar el sistema de partidos de los Países Bajos (partidos católicos y cristianos por un lado, y socialdemócratas y liberales por otro).
- Propietario-Obrero: la clásica división de clases, entre izquierda y derecha, que por mucho que algunos se empeñen sigue teniendo plena vigencia (solo basta con ver los resultados en algunos países de América Latina).
- Urbano- Rural: La diferencia entre el voto de los que viven en la ciudad y los que viven en el pueblo. Esto explica por ejemplo que el Partido Popular de España tenga como principal grupo de votantes a los agricultores.
Queda claro que la mayoría de los votos viene determinado, en su mayor parte, por condicionantes que poco o nada tienen que ver con las campañas electorales.
Y para rematar todo esto, resulta que el esquema comunicativo en el que viviamos hasta ahora (donde el poder comunicaba lo que quería a través del filtro de los medios de comunicación) ha cambiado radicalmente. Vivimos en la era de la información. Más que nunca, la gente está conectada (y politizada) gracias a internet, facebook, twitter, youtube, aplicaciones de noticias en el móvil, etc. Por lo tanto, la información que se recibe cada día es mucha y variada. Por lo tanto, un político debe construir su imagen día a día, en base a dos cosas:
- Una gestión eficaz y eficiente.
- Una correcta comunicación de esa gestión.
Una noticia mal gestionada, filtrada, o con errores en su comunicación puede provocar una reacción "descontrolada" a través de internet u otros medios, que pueda terminar con la buena imagen de un político.
Ejemplo: el "pásalo" a través de los sms en las elecciones de España de 2004. Cuidado con intentar engañar a la gente, porque con eso puedes perder unas elecciones.
El político ya no solo se comunica a través de medios que, habitualmente, están controlados. Ahora la información está en otro lado. Un vídeo de youtube con un político haciendo un mal gesto y difundido mediante las redes sociales puede destruir toda una reputación (si no que le pregunten a Sarkozy y su desprecio hacia un tipo que le abordó en la calle).
Por tanto, vamos más hacia un modelo de "campaña permanente" , donde el político debe comunicar casi cada día, y construir su imagen gracias a la ayuda de profesionales que le asesoren de forma continuada, no solo durante unos meses de campaña. Como un buen estudiante: estudiar a última hora no suele servir de nada. Hay que estudiar cada día.
Respondiendo a la pregunta que nos planteábamos en el título: las campañas electorales sirven de poco, de muy poco. El político se construye, y gana las elecciones, mucho antes de las campañas.